Un apóstol del amor de Dios
La infancia de un santo
Nacido el 15 de abril de 1797, el mayor de seis hijos, Miguel vivió su niñez en una casa aislada al pie de los Pirineos, cerca de la frontera franco-española, en el País Vasco. Creció en el seno de una familia católica, que permaneció fiel a la Iglesia de Roma durante las persecuciones revolucionarias. Por su piedad y su ejemplo, sus padres y abuelos lo marcaron profundamente. Recibió, sobre todo su madre, una educación muy estricta; más tarde, Miguel dirá que, después de Dios, a ella le debe todo.
El joven conoce su catecismo de memoria, y canta cánticos al mismo tiempo que guarda su rebaño. A la edad de 13 años, empezó a trabajar como pastor en la granja de los Anghelu en Oneix. Aquí recibe la eucaristía a los 14 años, el domingo 9 de julio de 1811, fiesta de la Santísima Trinidad. Tiene 14 años. Ésta es una experiencia fuerte de la Presencia del Amor de Dios que lo acompañará toda su vida.
La primera comunión marca el inicio de su vocación. De regreso a su pueblo, anuncia a su padre: Quisiera ser sacerdote. Sueño imposible, por falta de dinero. Pero su abuela hizo a pie diez kilómetros para ver al Arcipreste de Saint-Palais que se dejó convencer para inscribir a Miguel en la escuela del pueblo a cambio de algunos servicios. Trabajador infatigable, el pequeño vasco estudia de noche, a la luz de una lámpara, y se convierte muy pronto en el mejor alumno en latín y en francés.
Un joven clérigo que promete
Tanto en el seminario menor de Aire-sur-Adour como en el seminario mayor de Dax, impresionó positivamente no sólo por sus resultados escolares sino también por su piedad, lo que le valió ser comparado a S. Luis Gonzaga. No ha terminado aún sus estudios que Don Claverie lo llama para que lo ayude en el seminario menor de Laresorre. Pronto se convirtió en el docente preferido por los alumnos, tanto en clase como en el patio. Se ordenó sacerdote el 20 de diciembre de 1823, en la catedral de Bayona, por Mons. dAstros.
Nombrado en Cambo, conquista el corazón de los parroquianos, al mismo tiempo que propaga la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Progresivamente coloca al Sagrado Corazón en el centro de su vida y de su espiritualidad.
Al cabo de dos años, don Garicoïts cambia su cargo de vicario por el de profesor en Betharram. En 1825, el seminario está en un estado deplorable. Mons. dAstros, que había encarado establecer en Betharram un grupo de misioneros, ha encontrado en Miguel Garicoïts, más que un agente de cambio, un visionario.
Muy cerca de ahí, ha conocido a Elisabeth Bichier des Ages y a las Hijas de la Cruz fundadas por ella. El encuentro es decisivo. A través del despojo y de la entrega de esta nueva comunidad, descubre la vida religiosa. Al mismo tiempo, el director del seminario es testigo del desconcierto de la jerarquía, frente al dejar hacer y a la disciplina de algunos clérigos. Toma su decisión: formaré sacerdotes que, por su obediencia, consolarán el corazón de sus obispos.
San Miguel de Betharram y de todas partes
En 1853, es víctima de un ataque. No tengan miedo, dice a quienes su parálisis parcial inquieta, seguiremos todo el tiempo que Dios permita. Un día de la Ascensión, Miguel alcanzó el cielo que un día, niño aún, trató de alcanzar escalando las montañas una tras otra. El día 14 de mayo de 1863, hacia las 3 de la mañana, muere sin ver su obra terminada. Habrá que esperar 14 años para que su sueño se realice. Las Constituciones de la Congregación de Betharram son aprobadas por el Papa León XIII. Fue beatificado el 10 de mayo de 1923 y canonizado veinticuatro años después.
Hoy, el espíritu de S. Miguel, el Aquí estoy, para hacer tu voluntad, está vivo y activo en los diferentes países del mundo. Es el mismo impulso que los empuja a responder al llamado de los obispos, particularmente allí en donde nadie quiere comprometerse.
En pos de nuestro Padre san Miguel Garicoïts, tratamos de dar compartir la felicidad que nos embarga. Nos ponemos en manos de Dios y en su Providencia para continuar la misión del Sagrado Corazón con la misma convicción que nuestro fundador, queremos ver en Dios al Autor y al Guardián de nuestra Sociedad; la gobernará y la protegerá. Como cristianos y miembros de una misma familia religiosa, nos esforzamos por responder al amor de Dios en nuestros ministerios de cada día, diciendo: ¡Siempre adelante!
John Chan KUNU, s.c.j.
Fuente: http://betharram.net/es/betharram-es/nos-sources-es/saint-michel-garicoits-134-es